Pasear por San Marino es un placer. Cuatro millones de turistas recorren cada año sus cuestas empedradas atraídos por sus gloriosos monumentos, la excelente gastronomía y las compras. Al llegar allí descubren, además, que se encuentran en un país erigido sobre los más bellos de la Toscana italiana, donde parece que el tiempo ha quedado anclado y donde la cultura y la historia se dan la mano para ofrecer a sus visitantes un viaje inolvidable. San Marino se ha convertido por derecho propio en el país más visitado del mundo, en relación al número de sus habitantes. Y ese no es el único título que ostenta. Puede presumir, además, de ser uno de los países más pequeños del mundo y la República más antigua de Europa. La tradición cuenta que fue fundada en el 301 a.C., hace 1.700 años. En esa fecha un joven cantero procedente de Loparo llegó a Arbe, ciudad de la costa italiana, en busca de trabajo. Marino, así lo llamaron, (hombre que venía del mar), pronto se hizo apreciar entre la comunidad de cristianos a la que pertenecía. Corrían tiempos difíciles para la cristiandad. Las huestes de Diocleciano perseguían el cristianismo y a sus practicantes. Pero la llama de la fe cristiana no podía ser apagada y Marino fue el encargado de buscar un nuevo lugar donde edificar una capilla. Buscó durante días y finalmente encontró el sitio adecuado: una meseta, a la sombra de la triple cumbre de la montaña del Titano. Allí se instaló y construyó una iglesia. No estuvo mucho tiempo solo. Pronto llegaron otros perseguidos para refugiarse al abrigo de aquel monte. Había nacido San Marino. No obstante, habría que esperar hasta el año 886, para que un documento testimoniara de forma fehaciente la existencia de una iglesia y de un grupo de fieles en el monte Titán. UNA LIBERTAD INEXPUGNABLE Su primera ermita dio nombre a lo que en la Edad Media ya sería una comunidad religiosa próspera a cuyo alrededor crecería una floreciente vida social. Pero sus habitantes pronto se dieron cuenta de que su historia se forjaría a través de las continuas luchas por conservar su independencia. La arrogancia y la codicia de sus países vecinos, les obligaron a rodearse de murallas y fortificaciones que protegieran su libertad. En el siglo XI ya se había construido la primera de las tres torres de la capital: la Guaita, así como el recinto amurallado que rodea la cresta del monte hasta la primera torre de la Catedral. La extendida fama de inexpugnable de esta fortificación desanimaba a sus posibles asaltantes. Pero el peligro continuaba. Y la guerra casi incesante con el güelfo Malatesta, hicieron necesaria la fortificación de la segunda cumbre del Titán. Surgió así la segunda torre, la Cresta. El sistema defensivo del país se completó con una tercera torre, la Montale, última cumbre del monte de las tres cimas. Pero San Marino no sólo tenía que preocuparse de defenderse. Su población aumentaba y pronto se hizo apremiante la necesidad de ampliar su territorio. La guerra era una vía impensable y poco deseada para los sanmarinenses. Su propósito lo consiguieron a través de la compra o la firma de contratos y alianzas gracias a los cuales anexionaron las nueve ciudades o castillos que actualmente forman el país. Hoy en día, las tres primitivas torres o castillos que forman la capital de la República se han convertido en un símbolo nacional. La manifestación empedrada de siglos de lucha por el mantenimiento de la paz y la defensa de su soberanía. La libertad ha sido, desde siempre, el mejor premio por tantos años de lucha y sacrificio y constituye el tesoro mejor guardado por San Marino a través de su historia. Una historia en la que nos introducimos en el mismo momento en que cruzamos la «Puerta del Loco» o «de San Francisco». En ese momento parece como si el reloj se parase y una cápsula del tiempo nos llevara a plena Edad Media. Sólo nos retornan a la realidad algunos coches, las cámaras de vídeo, la ropa de los turistas y, por supuesto, las tiendas. Las antiguas casas del casco histórico, se han convertido en atrayentes locales que ofrecen a los turistas tabaco, perfumes y alcohol a precios de ganga. Su visita es imprescindible. Así como la de tiendas de souvenirs donde podrá encontrar magnífica artesanía que les recordará permanentemente su visita. San Marino es un país que vive de cara al turismo. Durante el verano, una multitud cosmopolita transforma sus tranquilas calles en una feria ruidosa que se prolonga hasta últimas horas de la noche. Rara es la persona que visita la cercana playa de Rímini o la Toscana italiana que no decide hacer una excursión a este enclave único. UN PASEO POR LA HISTORIA El territorio de San Marino tiene una extensión de 60 Km2. Una vez atravesada la aduana, se entra en la zona industrial. Hasta hace bien poco la actividad industrial de mayor relieve era la extracción y los trabajos de piedra. Hoy el artesanado, dedicado en su mayor parte a abastecer las numerosas tiendas de souvenirs, y la agricultura constituyen sus principales ingresos sin olvidar, claro está, al turismo, que proporciona a los hoteleros, hosteleros y comerciantes un alto nivel de ganancias. No es de extrañar que de los 24.000 sanmarinenses que existen repartidos en distintos estados, sólo aquellos que viven en su país de origen disfruten de una de las rentas per capita más altas del mundo complementada además con impuestos muy bajos. Pero continuemos nuestro recorrido: una magnífica red de carreteras y una autopista nos conduce hasta Seravalle. Desde su antiguo castillo llegaremos hasta el monte Titán. Este es el primero de los nueve castillos que forman el país. El paisaje es magnífico. Si tienen la suerte de visitarlo durante un día primaveral vislumbrarán la belleza de un verde valle flanqueado por ocho montículos y el gran monte Titán. En cada uno de ellos se encuentra un castillo rodeado a su vez por una pequeña población. Estos son: Borgo Mayore, Fiorentino, Penna Rossa, Montegiardino, Faetano, Montelupo y Montecerreto. Desde Borgo Mayore un teleférico nos conducirá hasta la cumbre del Titán donde se encuentran los tres castillos más antiguos y la antigua ciudad amurallada, capital del país. El verdadero núcleo histórico y cultural de esta pequeña República. El acceso por autopista también es excelente. A la ciudad se entra por la «Puerta del Loco». También denominada «Puerta de San Francisco» por su proximidad con la iglesia del mismo nombre. La primera visita obligada al patrimonio monumental de la ciudad. En el interior de esta iglesia del siglo XV se pueden admirar importantes obras pictóricas de Jerónimo Marchesi de Cotignola, de Guercino y de Timoteo Viti. Un poco más lejos nos encontramos con la Plaza del Titán. Allí se ha instalado una nueva sede de la Caja de Ahorros, el más importante instituto de Crédito de San Marino. Muy cerca de ella, la plaza de Garibaldi exhibe su tesoro más preciado: la primera representación en piedra del héroe italiano construída el mismo año de su muerte. Los vivos colores de las cerámicas expuestas en las tiendas nos acompañan hacia el siguiente enclave ineludible, la Plaza de la Libertad. Este recinto de nombre tan evocador alberga la famosa estatua blanca de la Libertad y el Palacio Público o sede del edificio del gobierno. Pocos sitios podían ser más adecuados para dirigir los destinos de la nación. El interior del Palacio es un compendio de símbolos y reconocimientos que recuerdan los más brillantes momentos de su historia. Una historia marcada desde sus inicios por la permanencia de la libertad y de la democracia como principales baluartes. Es, recordemos, la República más antigua del mundo y sus habitantes pueden hoy disfrutar del privilegio de gozar de una democracia añeja y consolidada a través de los siglos. Su vida institucional está, por tanto, plenamente establecida. El poder legislativo se ejerce por el Consejo Grande y General formado por 60 miembros elegidos cada cinco años en elecciones generales. Todos los sanmarinenses tienen derecho a voto a partir de los dieciocho años. Diez de sus miembros forman a su vez parte del Congreso del Estado que desempeña el poder ejecutivo. El Congreso gobierna la República. Está formado por 10 miembros del partido político más votado en las elecciones: tres secretarios, el de Exteriores, Interior y Hacienda y siete diputados. Todos ellos están encabezados por dos Capitanes Regentes, auténticos jefes de Estado, que se eligen cada seis meses, el primer día de abril y de octubre. La ceremonia de toma de posesión de los cargos se efectúan en la Basílica. Otra belleza arquitectónica de estilo neoclásico construida en su totalidad con piedra del propio San Marino. Una de las mayores atracciones turísticas es la visita de su capilla colindante donde se encuentran enterrados los restos del Santo que da nombre a la República. En este pequeño lugar aún se conserva parte de la cueva que albergó a los cristianos durante las persecuciones. Es curioso observar los huecos en la pared que servían de dormitorio al santo y a San Leo. El primer pensamiento que se viene a los labios de todos los presentes es el mismo: ¡Dios mío, debían estar incomodísimos!. Pero los tiempos han cambiado. Y hoy San Marino ofrece múltiples y confortables expectativas a sus visitantes. Desde buenos hoteles, a inmejorables servicios de restaurantes y cafeterías. Es una delicia sentarse en una de las terrazas de los restaurantes aledaños a los castillos. Saborear la exquisita gastronomía autóctona y un vino de la región mientras se observa un panorama inigualable. Este placer para los sentidos no supone un coste excesivo para nuestros bolsillos. Su visita puede ser hasta rentable. Y por supuesto, inolvidable. Después de este merecido descanso, podemos enfrentarnos al plato fuerte: la visita a los tres castillos que dominan las tres cumbres del Titán, la Cresta, la Guaita y la Montale. Las cuestas son empinadas pero en cuanto pisemos cualquiera de los castillos, habrá valido la pena. Desde lo alto de ellos se contempla, no sólo un panorama general de la capital de San Marino y de toda la región, también de gran parte de la zona de la Romaña, Rávenna, la desembocadura del Pó, la ciudad de Rímini y el azul Adriático, los Apeninos e, incluso, cuando el día es claro, hasta Florencia o la costa croata. Una oportunidad irrepetible. PRESTIGIO FILATÉLICO Pero en San Marino se puede disfrutar de mucho más que monumentos, compras y buena comida. Los sanmarinenses se muestran especialmente orgullosos de su rica tradición y la exhiben a todo el mundo en diferentes eventos como las famosas jornadas medievales, del 22 al 28 de julio o la festividad del día del Santo y del nacimiento de la República, el 3 de septiembre. Por otro lado este país, a pesar de sus extensas dimensiones, posee una infraestructura cultural y deportiva digna de envidia por países mucho mayores. De todos es conocido el famoso «Gran Premio de Fórmula 1», el de Motocross, el Gran Premio de Ciclismo, el Rallye de San Marino o los Torneos Internacionales de Atletismo y Tenis. Su acervo cultural está formado, entre otros, por un recién inaugurado instituto del cine y teatro y más de media docena de museos. Entre ellos cómo olvidarnos del Museo Filatélico y Numismático. Un recinto que canta las excelencias filatélicas de este país. Desde su inauguración en 1972 ha estado situado en Borgo Mayore, aunque próximamente se piensa trasladar a la capital. En este Museo se pueden contemplar todos los sellos y efectos postales de San Marino. Testigos de excepción de la historia de este país. El nacimiento de la primera emisión de sellos en San Marino se remonta a 1877. Desde aquella fecha hasta la actualidad, las series emitidas año tras año, han servido para incrementar el ya consolidado prestigio filatélico de los sellos de esta República. Hoy en día la contribución a los ingresos totales del país de la venta de los productos procedentes del Ufficio (sellos, monedas, tarjetas telefónicas, etc.) superan el 4% del total de los ingresos del país. Pero el mayor beneficio de los sellos de San Marino no son los económicos, sino la imagen. Los sellos son un magnífico escaparate de la cultura, la tradición y un excelente medio de atracción de posibles turistas que descubren en ellos a un país del que hasta entonces desconocían, incluso, su existencia. Y que sirve para que un gran número de personas se unan cada año al enorme plantel de visitantes que recibe la República más antigua y pequeña del mundo. Ninguno sale defraudado. Todos se habrán sorprendido de la multitud de tesoros que encierran sus escasos 60 km2 y que han merecido la admiración de multitud de personajes que han cantado sus bellezas. Entre ellos, cómo no recordar, a Abraham Lincoln. Sus palabras aún permanecen en el recuadro de los sanmarinenses escritas en una pared de su Palacio Público: «Aunque vuestro poder sea pequeño, vuestro estado es uno de los más estimados de toda la Historia».

EMISIONES FILATÉLICAS 1997