CLASES DE COLECCIONISMO


El caso es que en algún momento de su vida, el ser humanos se siente impelido a guardar y coleccionar cosas, objetos, etc., y hacerlo de modo impulsivo, por el mero placer que le proporciona el observar los mismos de manera ordenada u desordenada, pero juntos.

Pero evidentemente, sea lo que sea la razón que nos lleva a coleccionar, el fin más inmediato del coleccionismo es el placer.

Dicen que el placer que brindan los objetos coleccionados, ordenadamente dispuestos y agrupados en las páginas de un álbum, en una vitrina, o en unas estanterías, y las alas que su contemplación brindan a la fantasía, no pueden ser aventajados por ningún otro afán de diversión o entretenimiento.

Lo habitual es que cuando uno decide coleccionar cualquier tipo de objeto, es porque dichos objetos le atraen, es decir, le resulta atractivo reunirlos, contemplarlos, contrastarlos con otros, apreciar su calidad, antigüedad, durabilidad, etc. De tal manera es así, que hace todos los esfuerzos posibles por conseguir piezas que añadir a su colección y tenerlas para sí.

El segundo efecto del coleccionismo es el entretenimiento. Son muchas las horas que una persona puede pasar observando, ordenando, investigando y planificando una colección de sus objetos preferidos, y muchos los beneficios culturales que tal acción conlleva.

Los países avanzados caminan hacia una civilización del ocio. Los ordenadores, los robots, la mecanización en general, están tomando el relevo y simplificando enormemente el trabajo humano. Se habla de la jornada de 35 horas semanales como una posibilidad real, algo casi impensable hace 20 años. Y es que a pesar de que la vida está sumergida en un ritmo acelerado, el ser humano está disponiendo de tiempo libre con más frecuencia, sus periodos de ocio son cada vez más distendidos, y ese mayor tiempo libre disponible le está llevando a modificar sus hábitos de tiempo libre, para ocuparlo, vivirlo y disfrutarlo, con algo que satisfaga realmente su buen saber y entender. Las fórmulas pueden ser muchas, pero pocas encierran una gama de facetas tan variada como es el coleccionismo, en especial el de sellos o filatelia.

Y el tercer factor que ha puesto de moda al coleccionismo tiene que ver con los resultados económicos que a veces tienen las colecciones transcurridos unos años desde que se comenzó a coleccionar. No hay nada más fácil para una persona amante de la belleza y con medios económicos suficientes, como el de comprar lo que otros han conseguido con esfuerzo y trabajo, para que estos adornen su despacho, vitrinas, museos o simplemente sus álbumes privados. Y no es extraño que muchos coleccionistas, después de muchos años de disfrutar de diminutos objetos singulares y únicos, se desprendan de ellos a cambio de una sustanciosa cantidad de dinero. La colección que tanto esfuerzo costó reunir, se ha 'encarnado' en dólares, francos o pesetas, que cuantifican la dificultad, originalidad, singularidad y volumen, de una obra única. No se paga por el tiempo y el esfuerzo del coleccionista, sino por los frutos de su trabajo.

Multitud de operaciones comerciales recientes han elevado al mundo de coleccionismo a los titulares de los periódicos nacionales, en vista de que se han pagado cifras astronómicas por monedas y sellos singulares y únicos. Se ha llegado a afirmar que "la inversión del futuro son los bienes tangibles".

Efectivamente, no podemos obviar el factor económico dentro de nuestras colecciones. Todo coleccionista está consciente que su colección tiene un valor económico. Aunque el placer que produce un "hobby" no se puede cuantificar en una escala de valores, existen algunos tipos de coleccionismo que sí se pueden cuantificar, que se puede expresar con un debe y un haber, que tienen un mercado donde regularmente existe una oferta y una demanda, y que estas suelen delimitar precios y valores.

Y aunque, obviamente se comete un gran error cuando el objetivo principal del que acude al coleccionismo es meramente económico e inversionista, (en todo tipo de coleccionismo, debe darse absoluta preferencia al objetivo coleccionista y no al inversor; es la única fórmula para no desilusionarse nunca), no podemos negar la afluencia de muchas personas a este mundo, como una alternativa más a mantener el poder adquisitivo de su dinero. Especialmente esto ocurre cuando una inflación galopante supera el beneficio de las inversiones, o por lo contrario, unos moderados tipos de interés dejan nuestros ahorros en meras muestras de un duro trabajo realizado en el pasado, empero sin ningún poder adquisitivo en el presente.

Por supuesto, existe un trasfondo en todo esto, y es, que la mayoría de los coleccionistas piensan que a la vez que disfrutan con su afición, están realizando una inversión que les rendirá sus frutos en cuanto decidan venderla.

Esto, aunque no siempre es cierto, ha despertado la curiosidad de miles de personas que, por sí mismas, o por medio de Sociedades de mediación, se han convertido en coleccionistas y han invertido en Bienes Tangibles sin conocer lo que 'coleccionan', los valores que compran, como se mueve el mercado del mismo, ni cuales son exactamente los activos que poseen.

Para el bien del coleccionismo en general, sólo una minoría de personas se acerca a ese mundillo con este tercer objetivo, y son una gran mayoría los que lo hacen para disfrutar de los objetos que coleccionan mientras amplían su cultura sin apenas percibirlo.

Evidentemente, el coleccionismo reúne en sí mismo, una serie de facetas individuales y colectivas, que le llevan a auparse por encima de cualquier tarea humana, pues como hemos visto, da un sentido de logro al individuo, y lo rodea de cosas bellas, además de tener otros encantos: estimula la virtud de la paciencia y perseverancia, agudiza el ingenio, socializa, ocupa nuestro tiempo de ocio, fija nuestros recuerdos y los enlaza entre si.Así pues, nos encontramos ante un hombre que, ansioso de encontrar su yo perdido, y deseoso de conseguir ciertos logros en la vida que lo identifiquen como algo peculiar y diferente, deseoso de dar sentido a su vida por las cosas que posee, hambriento de cosas bellas, y con rasgos de personalidad e identidad, (en algunos casos débiles y frágiles), instintivamente tiene el impulso de juntar objetos que sean bellos y que le causen placer al contemplarlos. En su proceso de búsqueda, identificación, clasificación, ordenación y exhibición, se produce en tal persona un acto de afirmación personal.

El coleccionismo puede ser tan variado como lo es la imaginación humana tanto en su diversificación como en su especialización. Así, una persona puede coleccionar objetos de arte en general, y en su colección, caber, por igual, pinturas, esculturas, marfiles, objetos artesanales, miniaturas, porcelanas, etc., mientras que otra persona se especializa en un tipo de objeto y profundiza sobre orígenes, diferencias, variedades, rarezas, etc.

Siguiendo las pautas de Hermógenes Sanz García, un punto a tener en cuenta a la hora de objetivizar el coleccionismo, es el origen de los objetos a coleccionar, pues de acuerdo con ese origen, podemos dividir el coleccionismo en dos clases: el coleccionismo natural y el coleccionismo inducido.
El coleccionismo natural es aquel que utiliza como puntos de mira de su colección los objetos que fueron construidos como una finalidad concreta, ya sea utilitaria, artística o lo que sea, pero que nunca se fabricaron para ser coleccionados. Sin embargo, con el paso del tiempo, alguien consideró que por sus características o interés de cualquier clase, merecía la pena el coleccionarlos.

Dentro de este coleccionismo natural, y examinando los objetos que son puntos de mira del coleccionista, existen muchas subdivisiones que esquemáticamente pudiéramos separar en:

- Antigüedad.

- Origen.

- Pertenencia.

- Utilidad.

- Rareza.

El coleccionismo inducido es aquel que toma como objetivo de su afición aquellos objetos construidos para ser coleccionados. Algunos se crean específicamente para ello, (cromos, estampas, banderines, platos de cerámica, otos o búhos, monedas conmemorativas, etc.) aunque generalmente estos objetos suelen ser una decantación de los que fueron construidos con una finalidad concreta. Así, cuando la Administración estatal o entidades privadas detectan que un objeto que fue creado con una finalidad específica, es centro de atención del coleccionista, comienzan a emitir con profusidad tales objetos para sacar beneficio de ello.

Evidentemente, el coleccionismo natural abarca una serie de elementos que se escapan de los controles más ortodoxos. No se puede encauzar ni encerrar la imaginación del coleccionista en una caja de caudales y mantenerla encerrada para siempre. Se puede sugerir, se pueden dar pautas, pero es el propio coleccionista el que de forma independiente decide qué objetos o qué temas incluir en su colección. Su voluntad es totalmente libre para determinar los límites y contenidos de su colección.

Por eso, nos encontramos con coleccionismos verdaderamente extraños y sorprendentes, desde uno que reúne radios antiguas, muñecas 'peponas' ó cabezas de bastón, a coleccionistas modernos que reúnen objetos que fueron propiedad de su ídolo: Elvis Presley, Marilyn Monroe, o Lady Di.

No se le pueden poner barreras al bosque, y la imaginación es como un bosque inmenso donde cada cual planta su arbolito y establece los límites por los que va a recorrer con su cabalgadura, sus momentos de ocio y placer.

El coleccionismo inducido encierra un verdadero peligro. Está en manos de entidades y empresas privadas que realizan estudios de marketing sobre los gustos del coleccionista. Emiten o fabrican dichos objetos pensando en el fin más inmediato del objeto: ser guardado y conservado por el coleccionista, y evalúan su costo, su tirada, su distribución, pensando más bien en los beneficios del Estado emisor o Empresa, que en los aspectos particulares que mueven al coleccionista a comprar sus productos.

Desde esa perspectiva, pueden manipular los factores de emisión y distribución para provocar un acaparamiento, y una posterior especulación sobre el costo de un objeto.

El ejemplo más reciente lo ha puesto el Servicio Postal norteamericano con su descarada política de retención que ha sido denunciada por los expertos del tema. Consiste en dar instrucciones específicas a los funcionarios de ventanilla para que informen a los clientes que adquieran los sellos de los monstruos de cine, Bugs Bunny, etc., que no usen esos sellos en el correo ordinario, pues esos sellos son una edición especial y deberán conservarse.

De esta forma se aseguran las ventas de unas tasas de servicios sin que los mismos se realicen, lo que conlleva un desfase entre el producto vendido y el fin a que está destinado, pues si no va a ser utilizado, ¿que sentido tiene poner un precio a un sello y otro precio a otro, cuando los costos de fabricación y distribución son los mismos? ¿Qué sentido tiene poner el precio de 35 pesetas a un sello que conmemora el Centenario del nacimiento de Federico García Lorca, y 150 pesetas respectivamente, a un sello que celebra la Autonomía de Ceuta y Melilla?

Y es que con sellos modernos, existe riesgo de que se esté jugando con nuestro bolsillo y con nuestras ilusiones. No nos podemos fiar de ciertos Estados Postales y de las empresas que fabrican y distribuyen sus sellos, pues puede ser que cantidades mayores de alguna emisión hayan sido guardadas en secreto, y aparezcan de repente cuando menos los esperemos.

Y aquí está el Talón de Aquiles del coleccionismo inducido. Existe tal profusión de objetos coleccionables, y existen tantas técnicas de control de su tirada y su distribución, que no hay ninguna garantía de que tales objetos serán recomprados en un futuro. Muchas colecciones solo tienen un valor testimonial y personal, pues en el mercado no alcanzan un precio (si acaso llegan a tener un comprador) que cubra el coste que en su día tuvieron las piezas objeto de la colección.

A pesar de esto, el coleccionismo de sellos que está a caballo entre el coleccionismo natural y el inducido, se diferencia notablemente de la mayoría de los demás hobby, ya que los sellos poseen un valor que casi siempre aumenta a lo largo de los años.

De los diferentes estudios que se vienen realizando sobre las características y tipos de personas que se refugian en el coleccionismo de sellos como brújula de su vida, es de destacar el realizado por los Estamentos oficiales de Correos de algunos países como EE.UU., que investigan las causas de tal acercamiento y buscar fórmulas para atraer a otros colectivos a consumir estos productos.

Aunque esos estudios son netamente comerciales y económicos y buscan el fomento de un coleccionismo inducido que reporte suculentos beneficios al Estado emisor, nos revela que no toda persona acude al coleccionismo con las mismas intenciones y con los mismos objetivos; que su nivel intelectual, social y económico, y por supuesto, su grado de interés en la filatelia, son muy diferente.

El estudio que realizó el Servicio Filatélico del Correo norteamericano, a principios de los noventa, partiendo de la base de 20 millones aproximadamente de coleccionistas de ese país, segmentó a estos en tres grupos: los acumuladores, los coleccionistas esporádicos y los coleccionistas serios.

Las gráficas nos señalan que el 23 por ciento del conjunto de coleccionistas suele ser acumulador, compra sin ton ni son, sin una razón objetiva. Igual le da tener sellos de Malasia que de Gabón, igual nuevos que usados, igual de pintura que de coches. El caso es que acumula más y más y los coloca en clasificadores sin orden ni concierto. Suelen ser sellos sin mucho valor económico. Según el correo estadounidense este grupo es en más del 60 por cien femenino, con niveles de ingresos y educación inferiores a los de los coleccionistas serios.

El segundo grupo, los coleccionistas ocasionales o esporádicos, comprenden el 50 por ciento del total, y abarca a aquellas personas que compran sellos, influidos por campañas de promoción, por exposiciones, por revistas, por visitas ocasionales a mercadillos o tiendas especializadas, por comentarios de amigos filatélicos, etc. Coleccionan lo que les gusta o atrae en un momento dado. Si compran un sello de barcos, no es que estén interesado en todos los sellos de barcos que aparezcan, sino en aquel que le atrajo por cierto motivo.

También se destaca que en este grupo hay más mujeres que hombres, y que los niveles de ingresos y educación son inferiores a los coleccionistas serios aunque superiores a los acumuladores.

Y por último, los coleccionistas serios abarcan al restante 27 por ciento del total, y son primariamente hombres, con ingresos y niveles de educación superiores a lo normal. Cuando compran saben lo que quieren, el precio de las cosas, y la utilidad que la pieza u objeto comprado puede tener para su colección. Suelen ser muy regulares en sus compras, y recurren a los servicios profesionales de comerciantes o asesores para proveerse de piezas con garantía.

Algo a destacar es que la gran mayoría son personas mayores de 55 años.

Este tipo de estudios son utilizados a menudo por los países emisores de sellos para planificar el contenido de sus series, y a que sectores del público les puede interesar.Empero, existen estudios mucho mas destallados sobre las característica psicológicas del coleccionista, que han llevado a realizar y dividir en grupos a los mismos con sorprendentes definiciones.

Un estudio realizado por Teodomiro Rey (publicado en Revista de Filatelia, número 338) y su invitación final de "pulir, ampliar o rechazar" las categorías que él enumera, me llevan a detenerme sobre un factor perceptible en muchos coleccionista de filatelia: en vez de utilizar el coleccionismo como un modo de expresión más, se dejan dominar por este de tal modo que el coleccionista traspasa sus neurosis psíquicas al coleccionismo y sus derivados, y entra en una peligrosa obsesiva de verse dominado por los objetos que colecciona.

El coleccionista que acude al coleccionismo desde una perspectiva de debilidad, carente de una personalidad definida y enmarcada, distorsiona sus prioridades y establece en su vida una escala de valores diferente, donde los objetos a coleccionar: monedas, sellos, matasellos, etc., asumen un papel principal en su vida. El coleccionista vive por, y para su colección, independientemente que su colección lleve visos de tener un papel importante.

He visto verdaderas barbaridades en el mundo del coleccionismo, hechas por hombres y mujeres que en un momento de su vida no supieron o no quisieron poner freno a una locura. He visto cajas y cajas repletas de paquetitos de sellos de la Serie Básica de España, donde el coleccionista se entretenía cortando sello por sello de pliegos completos, y haciéndolos montoncitos muy bien cuadrados que envolvía en plásticos o papel plateado y guardaba en cajas de galletas; he visto carpetas repletas de pliegos compradas por un coleccionista 'inversor' sin el más mínimo conocimiento filatélico, que acaparaba sin ton ni son, 'asesorado' por proveedores desaprensivos; he visto la locura personificada en una mujer que compraba una semana sellos a un precio, e intentaba revenderlos al mismo comerciante la semana siguiente, por el mismo precio porque se había aburrido de su colección.

No que el coleccionismo provoque tal dislate en el proceder del coleccionista sino que el coleccionismo llega a dar albergue a muchas personas que tienen algún desequilibrio de personalidad, de tal modo, que es fácil encontrar personas obsesivas, exhibicionistas, acaparadoras sistemáticas, y muchos caraduras, pululando en torno al mundo del coleccionismo en general, que deambulan de acá para allá como verdaderos sonámbulos de la vida en busca de una brújula

Es un hecho patente que el coleccionista por naturaleza suele ser un gran individualista. Quien va conociendo poco a poco este mundillo, descubre con prontitud que la filosofía 'Yo y mi colección,' en una renovada versión de la idea orteguiana, asola al coleccionista de cualquier parte de la tierra. Las características del mismo son por naturaleza muy individualistas en el aspecto de que casi todos los coleccionistas suelen ignorar, despreciar y acaso envidiar otras colecciones de la misma especie. Tambien suelen eludir todo tipo de asociacionismo. Pero hay un abismo entre el individualismo que reflejan la mayoría de los coleccionistas, con la psicosis obsesiva que reflejan otros.

Empero el grave problema es que bajo las alas del coleccionismo se refugian muchas personas que son víctimas de sus propias debilidades mentales y de personalidad. En algunos casos, atemperan sus problemas, pero en otros descubren con el tiempo que el coleccionismo no es la 'panacea' de sus problemas, y que si se descuidan, pierden hasta el DNI en el intento.


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