EL DESEO DE COLECCIONAR


El hombre, llegó a escribir una vez San Agustín, es deseo. Y la necesidad es la carencia de algo con el deseo de satisfacerla. Cuando suplimos esa carencia, recuperamos el equilibrio interior que, eventualmente, ha sido alterado por la falta de lo necesario (alimento, seguridad, estima...) y manifestamos placer. Clasificar las necesidades humanas constituye una tarea muy espinosa: el hombre es capaz de desearlo todo y, lo que es más de inventar sus propios deseos, subrayando el carácter de autonomía que los motivos superiores presentan en el hombre frente a los más básicos. Por la realización de un valor estético, intelectual o religioso, el ser humano es capaz de sacrificarlo todo, incluso su propia vida.

Maslow señaló que el hombre no se mueve indefinidamente en torno a las mismas motivaciones. Tan pronto satisface sus necesidades primarias, inventa otras nuevas, superfluas desde el punto de vista biológico, pero esencialísimas desde el punto de vista específicamente humano. En las motivaciones rige, según argumenta este autor, cierto orden jerárquico. Así cuando se satisfacen las necesidades biológicas básicas (oxígeno, sed, hambre...) aparecen otras de nivel superior. A las necesidades fisiológicas le siguen, por este orden, las de seguridad, las de amor y afecto, la propia estimación ajena, el saber y las necesidades estéticas. Por último, cuando todas estas etapas han sido relativamente cumplidas, un nuevo deseo puede entrar en acción, el de llegar a ser lo que uno podría, el deseo de realizarse a sí mismo cada vez más auténticamente.

Maslow consideraba que el ciudadano medio americano satisfacía un 85% de sus necesidades fisiológicas, un 70% de sus necesidades de seguridad, un 50% de las amorosas, un 40% de las de propia estimación y sólo un 10% de sus necesidades de autorrealización. Siendo discutible tanto el orden como la descripción de las necesidades de Maslow, lo que está claro es que el ser humano es insaciable, y que un deseo satisfecho deja de ser un deseo. Así, el actor que es aplaudido una noche necesita que en la siguiente función le aplaudan más y, después, que le hagan homenajes o le concedan premios.

Aunque en el fondo las necesidades humanas son inclasificables, porque el hombre es capaz de necesitarlo todo -incluso lo que no existe más que en su imaginación- otros muchos psicólogos han intentado ordenar nuestras motivaciones. En lo referente al deseo de coleccionar, ya hacia 1920, el doctor Coded escribió una famosa teoría sobre los motivos que llevan al hombre a coleccionar: el deseo de posesión, la necesidad de una actividad libre, el propósito de auto superación y la urgencia de clasificarse a sí mismo. Poffenberger establecía en 1932 doce motivos básicos, siendo uno de ellos el de propiedad, el de interés por coleccionar cosas. En 1938, Murray, entre sus seis grupos de necesidades, establecía uno dedicado exclusivamente a las adquisitivas: el instinto de propiedad; el instinto de conservación; la necesidad de coleccionar, reparar, limpiar y preservar cosas; el afán de orden, de organizar, de limpieza, de retener cosas que no se usan y de construir.

MASLOW SEÑALO QUE EL HOMBRE NO SE MUEVE INDEFINIDAMENTE EN TORNO A LAS MISMAS MOTIVACIONES. TAN PRONTO SATISFACE SUS NECESIDADES PRIMARIAS, INVENTA OTRAS NUEVAS ESENCIALES PARA ÉL.
Arroyo, adaptando y ampliando el cuadro propuesto por Maslow, hacía referencia a estímulos, primarios o secundarios, capaces de satisfacer cada necesidad. Así, el anhelo de seguridad, en su aspecto de acumulación de riqueza, se cubriría mediante inversiones, ahorro o disfrute de cosas que generan valor. El de posesión, con la recolección y propiedad de pisos, fincas, acciones, muebles, joyas, cuadros... Y el de belleza, con el arte.

De lo que se infiere que el deseo de coleccionar es tan antiguo como el ser humano, ya que va implícito a nuestra necesidad innata de tener y conservar cosas, sobre todo aquellas a las que les damos valor, tanto económico como estético.


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