Históricamente esta roca tiene un apasionante pasado, los fenicios ya la visitaron 950 años antes de Cristo. Cartagineses y romanos la denominaron «Mons Calpe» y en el año 711 el berberisco Tárik Ibn Zéyad desembarcaba en la zona sur, y desde entonces se conserva el nombre de Gibraltar (derivado del árabe Jébel Tárik: la montaña de Tárik). Durante cuatrocientos años fue una fortaleza mora (XI - XV). Su historia está jalonada por la intensa actividad militar que siempre despertó su posesión, el último gran asedio (el de 1779 - 1783) causó la destrucción del casco viejo casi en su totalidad.
El Peñón es el faro que separa el angosto istmo de los dos continentes: Europa y Africa, único punto de unión de las aguas marinas del Mediterráneo y el Atlántico. Los primeros habitantes que hubo en sus cuevas se establecieron, según testimonios arqueológicos, hace 120.000 años y el 3 de marzo de 1848 en la Cantera de Forbes (en la escarpada cara norte) se encontraba un cráneo de un hombre primitivo (también filatelizado) que correspondía a un individuo neanderthal. El hecho volvería a repetirse en 1928 cuando en la Torre del Diablo aparecía el cráneo de un niño. Se especula que el Peñón fue uno de los últimos rincones donde vivieron los últimos hombres de este período histórico y que tenían un movimiento entre Zafarraya y el Peñón. Allí se han censado más de 140 cuevas naturales que acogieron al hombre prehistórico en su deambular por el sur de la península.
En 1497, tras la rendición de Granada, Isabel la Católica usó Gibraltar como base naval para atacar el norte de Africa y en 1499 fue el puerto por el que expulsaría definitivamente a los moros del reino de Granada. El 22 de diciembre de 1501 firmaba el Decreto por el que Gibraltar se convertía en propiedad de la corona y el 10 de julio de 1502 el Decreto Real por el que se le concedía su escudo de armas que conserva hasta hoy: el castillo y la llave en reconocimiento «entre estos nuestros reinos de los mares de este y del oeste y guarda y defensa del Estrecho de dichos mares a través del cual ni barcos ni gentes de cualquier de estos mares pueden pasar de uno al otro sin ser vistos o advertidos».
El 21 de julio de 1704 la flota británica, al mando del Almirante Sir George Rooke desembarcaba 1.800 marinos británicos y holandeses al frente del Príncipe Hesse: eran las tres de la madrugada. En la mañana del 24 la ciudad capitulada y por el Tratado de Utrecht se cedía, en 1713, a perpetuidad, la denominada Punta Europa a la Gran Bretaña.
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Gibraltar tiene el estatus de colonia británica desde 1830 y es uno de esos escasos puntos en el mapa que retienen en la historia el inmenso imperio colonial británico que se extendía por todos los continentes y hoy es un anacronismo que empaña las relaciones entre los gobiernos de Londres y Madrid. La historia y los desencuentros son sobradamente conocidos como para querer entrar en interioridades.
Durante la II Guerra Mundial la población civil fue evacuada a Gran Bretaña, Madeira y Jamaicana. Este hecho marcó la idiosincrasia gibraltareña que luchó por regresar en masa a la colonia una vez finalizada la contienda. En 1969 se declaró una nueva Constitución que instituyó la House of Assembly (Asamblea o Parlamento). La población se siente gibraltareña y ciudadanos británicos, pero simultáneamente piden la autodeterminación, algo que levanta ampollas en los despachos de los diplomáticos. Su última gran ayuda como estratégica escala la jugó durante el conflicto de la Guerra del Golfo: muchos navíos recalaron en sus aguas antes de iniciar la larga travesía hacia el Golfo Pérsico.
GIBRALTAR EN LOS SELLOS
Los primeros ejemplares en 1886, fueron sellos sobrecargados de las islas Bermudas. Con anterioridad la correspondencia circuló con sellos británicos que se cancelaron con el matasellos «A26» o con el que llevaba la letra «G». Evidentemente, son piezas de historia postal que suman grandes cifras, sobre todo cuando aparecen en sobres completos.
Entre 1886-98 aparece su primera serie propia con la efigie de la reina Victoria: fueron 7 valores que, con más o menos modificaciones, fueron empleados hasta la siguiente emisión llegada en 1903 con la efigie de Eduardo VII. Una curiosidad de aquellos primeros ejemplares fueron las sobrecargas realizadas en 1889 en céntimos y pesetas. A partir de 1931 se sucederán los motivos temáticos y los soberanos pasarán a ocupar una de las esquinas del sello, característica que perdurará en todas las series coloniales británicas. Sus estampillas ofrecen la posibilidad de contemplar la belleza de este minúsculo territorio de apenas 6 Km2.
En la actualidad su Administración postal es bastante conservadora (una veintena de sellos por año) y trata de continuar su política de temas íntimamente ligados con la propia historia de La Roca. Evidentemente son tópicos muchas veces entroncados con el aire y el mar.
Tan cerca y... tan lejos. Algo así se podría decir de Gibraltar.
Acerque los sellos de La Roca a sus álbumes.
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